martes, 22 de enero de 2013

El médico de familia


Hoy mi paciente, como tantos otros días ha acudido a mí desesperado.

Sabe que a estas horas sigo sentada en mi consulta y que, aunque cansada y ojerosa, intentaré sonreirle y solucionarle su problema.

Hoy, mi paciente, una vez orientado su problema, me confiesa que lo mejor que puede tener un paciente es un buen médico de cabecera.

Y no le falta razón.

El médico de familia atiende, como su propio nombre indica, a toda la familia. Desde el abuelo al nieto o desde la abuela a la nieta, pasando por la hermana, el hermano, el padre o la madre.

El médico de familia es el que ayuda al paciente en su viaje de ida a veces con vuelta y otras no, entre la salud y la enfermedad. El que le orienta para no perderse en el sistema sanitario.

El médico de familia es el que escucha sus problemas y supervisa sus medicamentos para que tome única y exclusivamente lo que precisa.

Es el que le enseña cómo llevar hábitos de vida más saludables para disminuir los riesgos evitables de enfermar.

El médico de familia es capaz de infiltrar, hacer cirugía menor e incluso hacer ecografías.

El médico de familia es rentable. Puede asumir, sin derivar, casi el 95% de los problemas de salud que le plantean a lo largo de su jornada laboral.

El médico de familia a veces actúa como psicólogo y otras casi como cura. Porque sólo ellos y yo sabemos lo que se escucha entre las cuatro paredes de mi consulta.

¿Tendré que enviar a mi paciente a hablar con Lasquetty o con Cospedal para que se den por aludidos?






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